sábado, 5 de noviembre de 2011

Quinta Entrada

El invierno está por llegar, y los intensos fríos no se han hecho esperar. Mi madre lleva una semana enferma y ha estado en reposo todo este tiempo.  Las medicinas que necesita son muy caras, y no las hay en cualquier farmacia. Por lo que su recuperación se ha extendido más de lo normal.

Hoy muy temprano, cuando apenas amanecía. Alguien toco la puerta. Eran soldados gringos, que venían a llevarnos a un lugar más seguro. Había camiones blindado afuera de las calles. Personas mayores, niños y adulto (la mayoría de escasos recursos) hacían largas filas para abordarlos.

La noticia nos alegró mucho, por fin terminaría este infierno. Después de un par de horas aproximadamente, subimos a los camiones. En el camino, el panorama era desalentador. Casas destruidas, autos incendiados y una gran destrucción era lo que se podía observar. 

Al cabo de unas horas, el camión se detuvo frente a una estación de trenes. Estaba rodeada por soldados,  y en los tejados se podía notar la presencia de francotiradores.  Las personas que viajaban en los camiones empezaron a subir cautelosamente a los trenes. Todo transcurría de una manera normal cuando de repente un hombre, salió de los andenes corriendo desesperadamente y gritando: ¡huyan todos, esto es una trampa!

La gente empezó a correr despavoridamente y en solo cuestión de segundos los soldados comenzaron a abrir fuego contra toda la multitud. Yo me quedé pasmado por unos instantes, cuando recuperé los sentidos, lo primero que se me vino a la mente fue mi familia. Aquello era un caos, y no pude localizar a nadie.

 Mientras corría en busca de refugio, veía como algunas personas eran alcanzadas por las balas y otras tantas rogaban por sus vidas. No sé cómo logré sobrevivir de aquella masacre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario