miércoles, 2 de noviembre de 2011

Cuarta Entrada

Son casi las tres de la mañana  y no he podido conciliar el sueño, y es que desde que llegué a este lugar nos han sido más que problemas.
El lugar al que nos mudamos esta en un completo deterioro, tiene cuarteaduras y orificios por todas partes, pareciera que con el más mínimo temblor, se derrumbara encima de nosotros. No cuenta con los más mínimos  sistemas de seguridad. Llevamos más de dos días sin luz,  y el agua potable es escasa. Las personas que viven en este vecindario no lucen muy amigables. Especialmente los jóvenes de mi edad.
  Cientos de personas mueren al día, algunos por hambre y otros tantos a manos de soldados norteamericanos. Los rebeldes atrapados son: torturados, asesinados y exhibidos en las principales plazas públicas.  Los medios de trasporte están detenidos y no se sabe hasta cuando vuelvan a funcionar.
Hace más de un mes que deje la escuela, y desde ese día no he vuelto a ver a mis amigos. Ni siquiera he podido comunicarme con ellos; no sé, si siguen vivos o si han logrado escapar con vida, de este terrible infierno.
Hoy por la tarde llegó a nuestra casa Javier, un primo de diecisiete años al cual hace tiempo no veíamos. Su mama, de nombre Luisa,  había muerto hace unos días, pues ya era muy grande de edad y todo esto que estaba sucediendo  en el país le había afectado mucho.  Su padre del que no recuerda nada, lo abandonó cuando tenía  tres años de nacido. Por lo cual se había quedado solo, y no tenía a donde ir.
Se quedará con nosotros por algún tiempo, o al menos hasta que se tranquilice la situación. A decir verdad no me gusta que nadie haga uso de mis cosas, pero  Javier es un hombre muy agradable y creo que me hacía falta un poco de compañía. Por lo que he decidido prestarle algo de ropa y compartirle mi pequeña habitación.  Creo que nos llevaremos bien.

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